Un propósito

2.7.06

Cenizas de un día cualquiera

Me subo al taxi. El chofer está ausente, le indico el destino probable, arranca el auto sin prisa. El mundo esta mañana corre como si fuera la última vez que habremos de respirar. Los semáforos parpadean su propósito, despreocupados de los avatares de la gente. La radio del taxi se enciende sin que la hayan tocado. El locutor de turno se ríe de lo mal que lo estamos pasando, mientras los pronosticadores habituales vaticinan nuevas derrotas. Y cruzo la esquina donde crecen las violetas. Y me basta con bajar la ventanilla para percibir la fragancia que tu recuerdo dejó impregnado en la memoria. Esta vez no estarás, me repito. Este año nuevo, dentro de trece días, no salpicarás con las sonrisas el dulce conteo del tiempo transcurrido. Le sugiero al taxi otro camino, para evitar la concentración de los que protestan por el aumento de la cebolla. Desde luego que él hace caso omiso a mis sugerencias. Nos acercamos, les vemos el rostro a cada uno; al aplastar al quinto manifestante el resto decide dejarnos pasar. Es increíble como el diálogo logra persuadir a las personas. El clima no ayuda demasiado con su presencia de soles furiosos. Y, como dicen por ahí que cambiar de taxi es cambiar de suerte, decido bajarme luego de propinarle un sonoro portazo, en obvia referencia a su amabilidad tan humildemente dispensada. Corroborando lo susodicho, al subir al nuevo taxi, las nubes comienzan a formarse para dar paso a la tormenta que me saque de este bajón publicitario. Paso por la esquina de las fresias, tu aroma inocente me invade y no puedo evitar sentir ganas de no llamarte, deseos de arrinconarte en algún día amarillo, de encontrarte dispuesta a lloverme concupiscencias. El taxista me avisa que debo bajarme; se quedo sin combustible sus ganas de trabajar. Debo reconocer que la poca originalidad de su recurso obedece a algún extraño designio que no llego a comprender por completo. Casualmente llego al bar donde siempre te escribo los escandalosos pedidos y los insulsos comentarios de rutina. La única diferencia es que esta excepcional vez el gastronómico local se está incendiando. Ya sabía que en cualquier momento el exceso de ají molido en las comidas iba a provocar algún desastre. Saco el traje antiflama de la mochila. Está algo arrugado, pero espero que nadie lo note. Me siento sobre las cenizas esperando el delicioso capuchino que suelen servir. Suena un celular, pero el dueño calcinado prefiere quedarse inmóvil antes que contestarlo. Lo tomo con algo de reticencia y escucho el mensaje. Era el aviso de una bomba incendiaria, le contesto que ya es tarde. Claramente en este país no se puede hacer algo que en seguida te lo copian. El café no llega. Creo que es hora de quedarme. No podría seguir el resto de la jornada sin haber desayunado.

5 Comments:

  • Buenos textos, te pille en lo de majo que no da bolilla, pero me tiró a tu página y lei algo bueno, salvaste el paseo. Saludos. AM

    By Blogger Alvaro, at 8:53 p. m.  

  • AM : Gracias! (espero que el paseo no te haya co$tado mucho)Saludos a los hermanos chilenos.

    By Blogger Unknown, at 1:20 p. m.  

  • Molly ;)

    By Blogger Unknown, at 1:23 p. m.  

  • Un día de estos te levantás y descubrís que abajo de las violetas, y las fresias, y los contestadores que te hacen un nudo en la garganta, y las cenizas y demás... Estabas VOS!
    Y ese día está realmente muy bueno.

    By Blogger Cla, at 2:50 p. m.  

  • De eso se trata, de descubrir lo que estaba oculto, de sacar afuera los tormentos y las pequeñas calamidades cotidianas, de estornudar la mala suerte(!)

    By Blogger Unknown, at 8:57 a. m.  

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